DIA 30 (7 de diciembre)

Su plenitud de gracia recibida en el instante de su Concepción Inmaculada

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre todas las mujeres(Evangelio de la Misa, Lc 1, 28).

Por una gracia del todo singular, y en atención a los méritos de Cristo, Santa María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción. Dios «la amó con un amor tan por encima del amor a toda criatura, que vino a complacerse en Ella con singularísima benevolencia. Por esto, tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos sus dones celestiales, sacados del tesoro de su divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente libre siempre de toda mancha de pecado, y toda hermosa y perfecta, manifestó tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios ni nadie puede imaginar fuera de Dios»(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8-XII-1854).

Esta preservación del pecado en Nuestra Señora es, en primer lugar, plenitud de gracia del todo singular y cualificada; la gracia, en María enseñan los teólogos, se adelantó a la naturaleza. En Ella todo volvía a tener su sentido primitivo y la perfecta armonía querida por Dios. El don por el que careció de toda mancha le fue concedido a modo de preservación de algo que no se contrae. Fue exenta de todo pecado actual, no tuvo ninguna imperfección ni moral, ni natural, no tuvo inclinación alguna desordenada, ni pudo padecer verdaderas tentaciones internas; no tenía pasiones descontroladas; no sufrió los efectos de la concupiscencia. Jamás estuvo sujeta al diablo en cosa alguna.

La Redención alcanzó también a María y actuó en Ella, pues recibió todas las gracias en previsión de los méritos de Cristo. Dios preparó a la que iba a ser la Madre de su Hijo con todo su Amor infinito. «¿Cómo nos habríamos comportado, si hubiésemos podido escoger la madre nuestra? Pienso que hubiésemos elegido a la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Cristo: siendo Omnipotente, Sapientísimo y el mismo Amor (Deus caritas est, Dios es amor, 1 Jn 4, 8), su poder realizó todo su querer»(San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 171).

Desde esta fiesta grande divisamos ya la proximidad de la Navidad. La Iglesia ha querido que ambas fiestas estén cercanas. «Del mismo modo que el primer brote verde señala la llegada de la primavera en un mundo helado y que parece muerto, así en un mundo manchado por el pecado y de gran desesperanza esa Concepción sin mancha anuncia la restauración de la inocencia del hombre. Así como el brote nos da una promesa cierta de la flor que de él saldrá, la Inmaculada Concepción nos da la promesa infalible del nacimiento virginal (…). Aún era invierno en todo el mundo que la rodeaba, excepto en el hogar tranquilo donde Santa Ana dio a luz a una niña. La primavera había comenzado allí»(R. A. Knox, Tiempos y fiestas del año litúrgico, p. 298.). La nueva Vida se inició en Nuestra Madre en el mismo instante en que fue concebida sin mancha alguna y llena de gracia.

canción para hoy: Madre del Silencio