DIA 2 (9 de noviembre)


Nuestra Señora, luz que ilumina y orienta

Del mismo modo que María está en el amanecer de la Redención y en los mismos comienzos de la revelación, también se encuentra en el origen de nuestra conversión a Cristo, en la santidad personal y en la propia salvación. Por Ella nos llegó Cristo, y por Ella nos han llegado y seguirán derramándose todas las gracias que nos sean necesarias. La Virgen Santísima nos ha facilitado el camino para recomenzar tantas veces y nos ha librado de incontables peligros, que solos no hubiéramos podido superar. Ella nos ofrece todas las cosas que conservaba en su corazón (Lc 2, 51), que miran directamente a Jesús, «a cuyo encuentro nos lleva de la mano» (Cfr. JUAN PABLO II, Homilía 20-X-1979). En María encontró la humanidad la primera señal de esperanza, y en Ella la sigue hallando cada hombre y cada mujer, pues es luz que ilumina y orienta.
Se dice que los navegantes acudían al lucero más luminoso del firmamento cuando andaban desorientados en medio del océano o cuando deseaban comprobar o rectificar el rumbo. A María acudimos nosotros cuando nos sentimos perdidos, cuando queremos rectificar la dirección de la vida para dirigirla derechamente al Señor: es «la estrella en el mar de nuestra vida» (IDEM, Homilía 4-VI-1979). La Liturgia la llama «esperanza segura de salvación», que brilla «en medio de las dificultades de la vida» (Cfr. LITURGIA DE LAS HORAS, Himno de laudes del 15 de agosto), de esas tormentas que llegan sin saber cómo, o en las que nos metemos los hombres por no estar cerca de Dios. Y es San Bernardo el que nos aconseja: «No apartes los ojos del resplandor de esta Estrella si no quieres ser destruido por las borrascas» (16).
De María se origina una luz especial que alumbra el camino que debemos seguir en las diferentes tareas y asuntos de la vida. De modo especial esclarece el espléndido camino de la vocación a la que cada uno ha sido llamado. Cuando se acude a Ella, con rectitud de intención, se acierta siempre en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Esta claridad especial que encontramos en María proviene de la plenitud de gracia que llenó su alma desde el primer instante de su Concepción Inmaculada y de su misión de corredentora. Santo Tomás afirma que esta gracia se derrama sobre todos los hombres. «Ya es grande para un santo -afirma- tener tanta gracia que baste para la salvación de muchos, y lo más grande sería tenerla suficiente para salvar a todos los hombres del mundo; esto último ocurre en Cristo, y en la Santísima Virgen» (SANTO TOMAS, Sobre el Avemaría, en Escritos de catequesis, p. 182), por la íntima unión corredentora con su Hijo. Los teólogos distinguen la plenitud absoluta de gracia, que es propia de Cristo; la plenitud de suficiencia, común a todos los ángeles; y la plenitud de superabundancia, que es privilegio de María y que se derrama con largueza sobre sus hijos. «De tal manera es llena de gracia que sobrepasa en su plenitud a los ángeles; por eso, con razón, se la llama María, que quiere decir iluminada (...) y significa además iluminadora de otros, por referencia al mundo entero» (Ibidem), afirma Santo Tomás de Aquino.
Hoy, hacemos el propósito de pedirle ayuda siempre que en nuestra alma nos encontremos a oscuras, cuando debamos rectificar el rumbo de la vida o tomar una determinación importante. Y, como siempre estamos recomenzando, recurriremos a Ella para que nos señale la senda que hemos de seguir, la que nos afirma en la propia vocación, y le pediremos ayuda para recorrerla con garbo humano y con sentido sobrenatural.
(lectura tomada de: http://www.mariologia.org/devocionesnovenasalainmaculada01.htmNovena a la Inmaculada del Padre Francisco Fernández Carvajal)


canción para hoy: María mírame