DIA 22 (29 de noviembre)

A través de María encontramos siempre a Jesús

Ave, maris stella
Dei Mater alma,
atque semper Virgo.
felix caeli porta.

Dios te salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios,
y siempre Virgen,
dichosa puerta del cielo
(Himno Ave, Maris stella).

Ianua caeli, Puerta del cielo, así la hemos invocado tantas veces en las letanías del Santo Rosario. Ella es la entrada y el acceso a Dios, es la Puerta oriental del Templo (Ez 44, 1) de la que habla el profeta, porque por allí nos llegó Jesús, el Sol de justicia. Y es a la vez, "la puerta dorada del cielo por la que confiamos entrar algún día en el descanso de la eterna bienaventuranza" (Benedicto XIV, Bula Gloriosae Dominae, 27-IX-1748). A través de María encontramos siempre a Jesús.

Los hombres han recorrido a veces mil caminos extraviados, buscando a Dios con nostalgia; han intentado llegar a Él a fuerza de brazos, de complicadas especulaciones, y han olvidado esta entrada sencilla que es María, "que nos conduce al interior de¡ Cielo de la convivencia con Dios" (F. M. Moschner, Rosa mistica, Rialp, Madrid 1957, p. 240).

Se cuenta de fray León, un lego que acompañaba siempre a San Francisco de Asís, que después de morir el santo depositaba todos los días sobre su tumba hierbas y flores y meditaba sobre las verdades eternas. Un día se quedó dormido y tuvo una visión del día del Juicio. Vio que se abría una ventana en el Cielo y aparecía Jesús, el amable Juez, acompañado de San Francisco. Descolgaron una escala roja, que tenía los peldaños muy espaciados, de tal manera que era imposible subir por ella. Todos lo intentaron y poquísimos consiguieron subir. Al cabo de un tiempo, y como llegara de la tierra un gran clamor, se abrió otra ventana, en la que apareció de nuevo San Francisco, y la Virgen al lado de Jesús. Tiraron otra escala, pero ésta era blanca y con los peldaños mucho más juntos. Y todos, con inmensa alegría, iban subiendo. Cuando alguno de ellos se sentía especialmente débil, Santa María le animaba llamándole por su nombre y enviando a alguno de los ángeles que la servían para que le echase una mano. Y así subieron uno tras otro (Cfr. Vita Fratis Leonis, en Analecta Franciscana, III, 1). No deja de ser una leyenda piadosa, que nos enseña una verdad esencial y consoladora, conocida desde siempre por el pueblo cristiano: con la Virgen es más fácil la santidad y la salvación. Sin la Virgen no sólo se hace todo más difícil, sino que quizá se vuelve imposible, pues Dios mismo ha querido que fuera "la díspensadora de todos los tesoros que Jesús nos conqu'stó con su Sangre Y su Muerte" (San Pio X, Enc. Ad diem illum, 2-II-1904).

La Virgen no sólo es la Puerta del Cielo -Ianua caeli- , sino una avuda poderosísima para que lleguemos a él. Pues, "asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadera, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la Patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada. Auxilladora, Socorro, Mediadora"(Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, 62).

Por voluntad divina, la Santísima Virgen es la Mediadora ante el Mediador, como enseña San Bernardo (San Bernardo, Sermón sobre las doce prerrogativas de la B. Virgen María, en Suma Aurea, VI, 996), y subordinada a Él. Todas las gracias nos vienen de manos de María, de tal manera, afirman muchos teólogos, , que Cristo no nos otorga nada sino a través de Nuestra Señora. Y Ella está siempre bien dispuesta a concedernos lo que le pidamos y nos ayude en nuestra salvación. No nos quedemos cortos durante esta Novena en la petición, Con motivo de la gran fiesta que estamos preparando, Ella otorga sus dones con largueza.

canción para hoy: Ave, Maris Stella